No es un sesgo marxista, la economía está sesgada desde que Karl Marx le diera 'pasto' (de pasto hablaremos un poco) a la crítica social. Por un lado (dos citas), Marx apuntando en sus Elementos Fundamentales para la crítica de la Economía Política habla de lo superfluo. Es un término poco frecuente en los trabajos del discípulo de Hegel. Es tal vez este trabajo, la versión más monetarista que se pueda llegar conocer de toda la teoría marxista. Allí lanza una máxima como la que dice que "los precios no son altos o bajos según circule mucho o poco dinero (no es monetarista la argumentación del dinero), sino que circula mucho o poco dinero porque los precios son altos o bajos. (I, 2001: 129) Este Marx, el de los anotadores transcriptos por Engels, se afana por discurrir sobre el origen del valor. Además de la distinción entre el peculio que obtienen los dueños de la tierra, la renta rescatada de David Ricardo, Marx se plantea hasta qué punto la necesidad de cambio y la consecuente transformación del producto en valor está ya en la división del trabajo. Dice que si en un primer momento el dinero surgió como una relación abstracta del carácter social de la producción, "en la misma medida en que esta crece, crece el poder del dinero, o sea la relación de cambio se fija como un poder externo a los productores." (71) No es ni más ni menos que la producción capitalista del dinero. Summun y colmo del sistema.
En la distinción de todo esto por parte de los productores de riqueza es donde se cimentan las lucha y conflictos de clases. Nadie como productor querrá ver caer el valor de lo que produce como consecuencia del manejo abstracto del valor. Al mismo tiempo, dentro de la cadena productiva, no podrá dejar de tranzar con la cadena del dinero a través de los préstamos y los subsidios. Esto en la actualidad se complejiza, tal vez, por la amortización constante que supone la tecnología. Sin embargo, como núcleo duro en la contienda por el valor, Marx recupera la figura del rentier.
Sin dudarlo, y con cierta cuota de crueldad dirá que el primer intercambio superfluo en la producción será aquel que no "engloba" ni "determina" (dos términos duros del marxismo, mi subrayado) el todo de la producción. (162) Se trata del "excedente tangible de una producción global que esté fuera del mundo de los valores de cambio." Lo contrario del superfluo tangible no es ni más ni menos que la materialización en la escasez, en el desabastecimiento. Allí reside la fuerza de todo descontento agrario.
La segunda referencia proviene de Mattelart, ya citado en otra oportunidad. El filósofo franco-chileno-mechica remonta la génesis capitalista a un plano más literario. Habla de la Arcadia primitiva de la que el poeta se exilia en búsqueda de una nueva conquista y con fuerza arrobadora, hace que Virgilio, Shakespeare, Cervantes hablen de la tierra que han abandonado y a su vez con su encanto verbal destierren de allí donde su arte se traslada, en primer lugar el ocio, y luego el pesimismo. De una vez la voz del aedo (tantas veces defendida desde este lugar, una vez más) derrotando la desocupación y estimulando la producción y el consumo. (Mattelart, [1972], 2002: 78)
La preocupación político-económica gira, de algún modo, en torno a lo que las dos citas traen. La protesta del campo, la inflación. La inestabilidad política segurmente esté en la cabecita loca de más de un sensasionalista, pero aún no existe un conflicto concreto por el cual las instituciones deban salir a las calles. Así tampoco la inflación.
Políticas como las de control de precios son una constante en situaciones de desabastecimiento a nivel global como el que se vive hoy. De allí hacia una coyuntura de destrucción de cadenas productivas también hay un gran abismo. Y sin embargo esta inflación preocupa no en cuanto a cómo se resolverá por la mano mágica u otros mecanismos, sino por las consecuencias que el reflujo provoque en el ámbito local.
Los puntos de atención suceden en cuanto a las posibles políticas públicas que hoy estén gravando el futuro de nuestro país en término de futuras tomas de posición estructurales. La inflación, puede verse, no ha desencadenado reticencias a nivel de crédito. Por lo que la mirada de los especialistas seguramente no esté pasando por el ajuste monetario. Las ventas de divisa que el Banco Central está operando se deben a la contracción generalizada de la oferta, que como se ha dicho, existe a nivel mundial. Grandes ejes fiscales están pendientes y anhelantes por ser resueltos, entre ellos, el pago al Club de París, y nuestros dirigentes saben que no es el contexto adecuado para ello.
Seguramente se le atribuya a Cristina haber ido a Italia con la intención de renegociar la deuda en default, o para rematar el nombramiento de Iribarne al frente de la Cancillería, sin embargo es sabido que la gran noticia que la presidenta llevaba remitía más a la situación positiva sobre la cuestión de los derechos humanos. Es Italia y no Francia ni Uruguay la que más se vio aquejada por la desaparición de personas durante la última dictadura.
Finalmente, el problema del campo, seguramente haya entrado ya en un compás de espera, ya que es evidente la falta de gravedad en el tono de voz con que se escuchan las demandas. Sin embargo, ya ha empezado a hablarse de reactivación industrial (v. Clarín, 1/6/08, suplemento Eco), y con ello entonces sí se empezarán a oír voces en relación al manejo encajado del dinero.


Email me